La paradoja del decreto desregulador

Diego Díaz Córdova
Leedor
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3 min readDec 28, 2023

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Lewis Carroll en su novela “Silvia y Bruno” muestra a un pueblo que le pide a su monarca “más impuestos, menos pan”, “más impuestos, menos pan”, “más impuestos, menos pan”. Como siempre Lewis Carroll hace gala del absurdo, creando situaciones imposibles que motivan a la risa. Claro que el devenir histórico es impredecible y lo que nos parece absurdo y nos da risa, de golpe se convierte en realidad y cuando cambia el polo del sentido, nos hace llorar.

Silvia y Bruno de Lewis CarrollIlustración de Harry Furniss para ‘Silvia y Bruno’

En Argentina se votó como jefe de estado a un tipo que aborrece del Estado. Alguien que prometió no dejar una institución en pie y recortar todo aporte estatal al bienestar general. Las contradicciones no son gratuitas, aunque sólo parezca que tienen un efecto lógico o abstracto. La realidad es que comportarse de manera contradictoria tiene sus consecuencias, que se manifiestan más temprano que tarde; intentar mantener la coherencia y la consistencia partiendo de bases contradictorias es una tarea imposible.

Una de las herramientas más importantes para poder regular una situación institucional es el decreto. Las instituciones utilizan ese instrumento para imponer una norma, introducir orden en una situación desordenada o señalar una jerarquía (de autoridades o también de pasos hacia un objetivo) que permita un desarrollo ordenado de los acontecimientos. Por la división de poderes, que viene de Montesquieu, el poder ejecutivo no puede legislar, pero sí puede hacer uso de decretos cuando lo considere necesario (y a veces urgente).

El flamante gobierno libertario (¿hay una contradicción más grande que la de defenestrar al Estado y postularse para un cargo estatal?) emitió un mega decreto que intenta, según su punto de vista, desregular todos los aspectos de la vida, desde lo económico hasta los social. Sin entrar en el debate filosófico sobre Hobbes y Rousseau (“el hombre como lobo del hombre” y “el hombre nace libre pero en todas partes se encuentra encadenado”), lo cierto es que se pretende que el Estado no intervenga en la vida de las personas, aún cuando haya un desequilibrio manifiesto. Se asume que siempre hay igualdad en las partes que negocian, sin importar las ventajas o desventajas con que se encara una transacción.

Ahora bien, el decreto desregulador, ¿no es también una contradicción?; más allá de los errores técnicos que el documento tiene (como la firma de la canciller cuando no estaba en el país, la falta del número de expediente y hasta de la fecha de emisión), se utiliza un instrumento que es el regulador por excelencia para desregular. ¿No deberían hacer otro decreto que desregule al decreto desregulador? y una vez lanzado el nuevo decreto, ¿no deberían hacer otro decreto que desregule el decreto que, a su vez, desregula el decreto original?

Por lo que se pudo ver ya lanzaron otro decreto que ratifica el anterior; en cualquier momento tienen que sacar otro decreto que desregule lo que regula el primero. Y así ad infinitum, como en el cuento de Lewis Carroll (que se niega a escapar de esta crónica, probablemente porque el absurdo que estamos viviendo parece surgido de su cabecita loca). ¿De qué cuento hablamos? del que se titula “Lo que la Tortuga le dijo a Aquiles” y que aquí comparto. Es muy cortito y vale la pena, ya que entra en el problema de la regla que modifica la regla y que necesita de otra regla para poder modificarla. Enlace al cuento.

La recursividad laberíntica parece ser una constante de nuestra historia. Hacer parches que remedian parches o refundar todo de cero, que es casi lo mismo… si hasta la propia Ciudad de Buenos Aires se fundó dos veces. A los argentinos parece que nos encanta el gatopardismo y por qué no, el gataflorismo (con perdón de la expresión poco académica). Sólo estamos conformes en la inconformidad y eso podría ser un atributo si no viniera acompañado de otro defecto vernáculo: la trivialidad. Para no terminar el año de una manera tan depresiva, recordemos que un atributo de la argentinidad (si existe tal cosa) es la rebeldía; esperemos que el pueblo esté a la altura de las circunstancias.

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Diego Díaz Córdova
Leedor

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